lunes, 20 de diciembre de 2010

Triste Mañana

Ahí estaba, mi padre moría frente a mis ojos, y las palabras de dolor no podían describirse. La muerte estaba lista para llevárselo, y yo solo podía tirarme en el suelo y gritar.

Finalmente, el momento llego, la dama de blanco tomo su mano y juntos se fueron. Mi hermano tomo de mi hombro y me dijo que los familiares estarían llegando, teníamos que brindar un funeral.

Sin ánimos me dirigí al comedor de mi casa, me senté en una silla cerca del sofá, y esperé por las visitas. Ella fue una de las primeras en llegar, pero realmente no la conocía, sabía que no era familiar mía, pero parar no incomodar preferí no preguntar nada. Miraba todo a su alrededor, y yo miraba camufladamente sus hermosos ojos, realmente preciosos, celestes oscuros, parecían lo más profundo del mar, su cara era perfecta, sus labios llamativos, y el contorno de sus ojos hacían que no pudiese parar de mirarla.

Vi que tomo unos apuntes de dibujo que yo tenía en la mesa, así que no dude ni un segundo, me senté a su lado y saque un tema de conversación relacionado. Parecía gustarle mucho.

Entre palabras y miradas, ambos nos quedamos perdidos en la mirada del otro, comenzamos a reír, y sin darnos cuenta estábamos uno a centímetros del otro. Nuestros labios se encontraron, y un beso apasionado que nunca antes había experimentado se dio, parecía una coreografía perfecta, los labios, las manos, todo coordinaba.

Ella me miró con de tristeza en la mirada y apretó fuerte mi mano, parecía no querer soltarme, yo me sentía en un sueño, y de un momento al otro, desperté en mi cama.

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