Me gustaría pintar lo que siento pero no encuentro color más
oscuro que el negro.
La vida se me presenta sin motivaciones, me siento una
maquina que ya no sueña, sino que calcula.
Cada mañana es inercia lo que hace ducharme y seguir con
mi rutina milimétricamente ocupada.
Ya no sé si revivo cuando me despierto por las mañanas
con resaca o si en realidad lo hago cuando me emborracho por las noches.
Sumergido en una absoluta soledad repleta de gente que
nunca llegará a conocer más que mi nombre, donde vivo, o mí numero de celular.
Un antisocial por elección, sin problemas para relacionarse
pero nunca dispuesto a mostrarse completamente.
Un libro con páginas desordenadas, rotas y deshiladas.
¿Y acaso eso me hace especial? No.
Si en verdad nadie
puede conocerse a sí mismo, mucho menos conocer realmente a otra persona.
Y son todas retoricas de segunda, que no llevan a ningún lado,
sino que siguen alimentado el vacio, la puta necesidad del hombre de brindarle lógica
a todo o justificarla inventando cuentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario